Seamos honestas: ¿Hace cuánto no sientes deseo de verdad? No hablo de un rapidín por compromiso ni de tocarte en automático para liberar tensión e irte a dormir. Hablo de esa energía viva, esa urgencia íntima por conectar contigo, con tu cuerpo, con tu placer.
Y si la respuesta es “ya ni me acuerdo”… te entiendo, todas hemos estado ahí.
Estás cansada. Pero no de cualquier forma: estás sexualmente drenada. Y este es un tipo de agotamiento que lamentablemente no se resuelve con siestas ni una noche de self-care. Es más profundo, más silencioso y más peligroso. Porque te roba la conexión contigo misma. Te apaga desde adentro.
🧠 El deseo no desaparece: se duerme cuando tu sistema nervioso colapsa.
La mayoría de nosotras que perdemos el deseo no lo hacemos por falta de amor ni de erotismo. Lo perdemos porque estamos en modo supervivencia.
Científicamente, cuando vivimos en estado de estrés crónico, saturadas de multitasking, preocupaciones, presión interna constante y muchísimas responsabilidades más, el cerebro activa la amígdala (centro de alerta) y desactiva el hipotálamo (centro del deseo).
Es decir, tu cerebro dice “no hay tiempo para placer, estamos ocupadas sobreviviendo”. Y eso… apaga todo.
Lo más triste es que ni siquiera lo notamos al principio. Solo sentimos que “ya no nos dan ganas”... y empezamos a culparnos: ❌ "Estoy fallando como pareja." ❌ "Ya no soy sexy." ❌ "Debo tener algo mal."
La dura verdad no es que no quieras tener sexo. Es que tu cuerpa no se siente segura para desear.
💔 Lo que duele no es necesariamente la falta de deseo. Es lo que te haces creer por no tenerlo.
Cuando el deseo baja, muchas de nosotras entremos en piloto automático:
-
Nos masturbamos sin ganas, por rutina.
-
Fingimos orgasmos para no preocupar a nuestra pareja.
-
Evitamos el sexo y nos desconectamos de nuestro cuerpo.
-
Empezamos a sentirnos culpables, inseguras, apagadas.
Y entre más hacemos esto… más se pierde la chispa. Porque el deseo no responde a la obligación ni se recupera esperando. Se cultiva. Responde a la libertad, a la curiosidad, a la presencia, como una llama que necesita oxígeno, juego y espacio para volver a arder.
🔥 ¿Y la solución? En la práctica olvidada que puede devolverte las ganas: la masturbación consciente.
No, no te hablo de tocarte rápido y terminar sin sentirte llena. Ni de usar tu vibrador en automático como analgésico del insomnio. Te hablo de un ritual. Una exploración íntima, lenta y verdaderamente provocadora.
Porque hay algo muy valioso que nadie nos enseñó: La forma en que nos tocamos condiciona la forma en que sentimos deseo.
Nuestro cerebro funciona como una red de caminos neuronales. Si siempre recorres el mismo ritmo sexual (el de la rapidez, la distracción o la culpa), se vuelve un callejón sin salida. Pero si exploras rutas nuevas, creas nuevos caminos de placer.
Aunque parezca difícil de creer, estudios han demostrado que cambiar la manera en que te masturbas activa nuevas conexiones cerebrales asociadas al placer. Literalmente, tu cuerpo re-aprende a excitarse.
Y ahí es donde entra la práctica más transformadora: La autoexploración guiada, lenta y sin meta.
🍑¿Qué te recomiendo yo?
Aquí es donde aparece algo que no esperabas. No es un vibrador nuevo con efecto de penetración (¡aunque claro que lo tenemos!) Es una herramienta ingeniosa y poderosa:
👉🏻Un juego de cartas.
Pero no cualquiera, sino uno especialmente diseñado por nosotras para mujeres que están cansadas de fingir, de repetir lo mismo, de no sentir nada.
Cada carta es un mini ritual, una guía para explorarte con presencia, a tocarte con intención, a jugar con tu cuerpo como si fuera la primera vez y a reconectar con tu sexualidad desde la curiosidad, la ternura y morbo incluido.
Respóndete sinceramente:
✨¿Te tocas pero no sientes nada?
✨¿Tu libido se evaporó y no sabes por qué?
✨¿Extrañas sentirte sexy, deseada, encendida… por ti misma?
Si dijiste que sí a una… este juego no es una opción. Es tu llamado.
No se trata de venirte. Se trata de volverte a habitar. Hazte el espacio. Apaga el automático. Elige una carta.
Porque una mujer conectada con su deseo no solo tiene más sexo. Tiene más poder. Más magnetismo. Más vida.
Y eso, Duraznita, se nota.
No es un juego cualquiera. Es el mapa de regreso a tu placer.